Cada capitán fue a hablar con su respectiva tripulación para contarles lo que estaba pasando. Algunos no estaban de acuerdo con la decisión tomada, pero se aguantaron.
De repente un marinero, que normalmente se encargaba de las armas de fuego, se revolucionó. Y dijo que no estaba de acuerdo. Él creía que reduciendo todas las raciones daría para seguir la expedición, y no creía que era justo, que a algunas personas se les quitara la vida. Y fue en aquél momento cuando se cuestionó : “¿Quiénes serán las personas que se quedarán en la isla para salvar a los demás? ”. A esa pregunta le respondió rápidamente Apolonio Villamonte, diciéndole: “En los próximos días en esta isla, los capitanes estarán vigilando a los marineros. Se eligirán cincuenta personas aproximadamente según la calidad y rapidez de trabajo.” A partir de ahí, las personas se pusieron a trabajar duramente, sin descansar para conseguir un lugar asegurado en las naves.
Al día siguiente las naves ya estaban llenas de recursos, y la gente continuaba trabajando. Las personas se mostraban tristes y muy cansadas, pero nada las podía hacer parar. Cuando la cantidad de recursos llegó al límite, los capitanes empezaron a hacer la lista y las personas se pusieron a rezar.
Acabada la lista, los marineros todos se juntaron para oír quiénes iban a ser los desgraciados. Ya que Apolonio era el jefe de la tripulación, fue él quién lo hizo. Cada vez que iba diciendo un nombre se oían más gritos y llantos de las personas, era un horror pero tenía que pasar para que la expedición acabase y con su objetivo cumplido. Hubo personas que se ofrecieron a quedarse en la isla, en cambio a que dejaran continuar la expedición una otra persona a su elección, pero todo tipo de peticiones como ese eran inaceptables, ya que unas personas eran más necesarias que otras en algunas tareas.
Y así fue, doscientos hombres partieron, dejando 50 para atrás. Quién sabe si quién se ha quedado en la isla ha conseguido sobrevivir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario