martes, 21 de mayo de 2019

Faltaban apenas unas horas

 Faltaban apenas unas horas para partir y yo seguía teniendo la misma ilusión que cuando me propusieron la idea de emprender una expedición con el fin de dar la vuelta al mundo y descubrir nuevas rutas comerciales para poder vender las especias. Yo estaba tirado en la cama mirando al techo pensando
en todas las historias que les iba a contar a mis nietos después de haber emprendido este magnífico viaje el cual, definitivamente iba a marcar mi vida.
 Sabía perfectamente que no iba a ser todo pan comido y que un viaje con tanta complejidad nos iba a causar muchos problemas. Esto último aumentaban poco a poco mi incertidumbre y miedo, el cual no me dejó dormir la noche antes de partir.
La mañana siguiente, tras pocas horas dormidas, en Sevilla partimos todos los marinero, que tan solo después de unos meses ya se habían forjado amistades que en un futuro podrían llegar a ser dañinas ya que cualquier pérdida sería lamentada profundamente.
Todo era impresionante, portugueses y españoles unidos como hermanos, sonreían y saludaban con sus manos las cuales de derecha a izquierda daban esperanza y suerte. Tras unos minutos  escuche una voz que gritaba profundamente mi nombre:
-Juan, suerte, te quiero…
 Tras unos segundos, necesarios para intentar averiguar desde dónde y quién era la persona que me llamaba, sonreí después de haber descubierto que Esperanza me llamaba. Como no, aprovechando cada segundo para desearme suerte, ella siempre estaba allí, mi mujer, mi amada, la única persona en la que iba a pensar los próximos meses…
Esperando a que esa ligera línea nos dijera adiós mutuamente, yo seguía mirándola, y cada vez más lejos, y con menos nitidez, la veía a ella.
 Unos días después, la paciencia escaseaba cada vez más en la nao, y la desesperación ya reinaba en algunos individuos. Otros seguían cantando canciones populares para levantar el ánimo de los tripulantes desesperados.Solo se veían cuatro naos y la mar, la cual desde pequeño conocía, desde que la ví ame con locura.
 Poco a poco pasaban los las horas, los días, las semanas, los meses. Solo los más expertos seguían resistiendo a nuestro mayor enemigo, el tiempo, el cual nos seguía desgastando y fatigando poco a poco. Todos estábamos indefensos y muy cansados, pero de repente, a lo lejos, se veía algo distinto, algo que simplemente del sonido que causaba daba miedo, pero aun así seguimos al frente pensando que no sería nada. Minutos más tarde, las nubes cambian de color, y una ligera brisa repartió entre nosotros el miedo… Seguidamente alguien alzó la voz,
-Remolino!
Rápidamente, todo el mundo empezó a actuar, algunos tenían tanto miedo que simplemente rezaban, pero la mayoría hacía lo que podía para intentar evitar la hecatombe que nos esperaba. Cada vez estamos más metidos en el remolino, y una vez que la mar nos había ganado la batalla todo el mundo sabía que no había vuelta atrás. Yo lo empecé a ver todo en cámara lenta. Algunos intentaban remediar lo irremediable, otros visualizaban como se sumergían poco a poco las demás naos, de las cuales restaba poco. Los más avariciosos intentaban salvar las pocas riquezas que habían estado acumulando tras estos últimos meses. Pero yo no actuaba estaba inmóvil y cada músculo de mi cuerpo desaparecía sin dolor, al mismo tiempo no pensaba, no hablaba, no escuchaba, simplemente en un estado de relajación profunda observaba a mi alrededor, y a lo lejos avisté a mi compañero el cual me miraba diciéndome adiós sin mover ningun musculo de su cuerpo. Intentaba cerrar los pero no podía, ya que mi cerebro estaba demasiado ocupado en intentar recordar aquello momentos felices que había pasado pon Esperanza…
Pocos segundos más tarde, me levanté de la cama inhalando la mayor cantidad de aire que mis pulmones podían abarcar. Seguidamente vi a Esperanza la cual me miraba con preocupación, y sin que ella entendiese nada la bese…
Tras haber retomado la conciencia y los cinco sentidos, me levanté de la cama, la cual estaba bastante mojada debido a los sudores que me habían producido esa pesadilla.
 Estuve cavilando toda la noche dándole vueltas a la pequeña habitación. Faltaban apenas unas horas para partir y yo seguía teniendo la misma incertidumbre desde que me levanté de la cama.
 Pero aun asi me dirigí hacia el puerto y partí, aun sabiendo que la pesadilla se pudiese hacer real.  



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