Faltaban apenas unas horas para partir y yo seguía teniendo la misma
ilusión que cuando me propusieron la idea de emprender una expedición con el
fin de dar la vuelta al mundo y descubrir nuevas rutas comerciales para poder
vender las especias. Yo estaba tirado en la cama mirando al techo pensando
en todas las historias que les iba a contar a mis nietos después de haber emprendido este magnífico viaje el cual, definitivamente iba a marcar mi vida.
en todas las historias que les iba a contar a mis nietos después de haber emprendido este magnífico viaje el cual, definitivamente iba a marcar mi vida.
Sabía perfectamente que no iba a ser todo pan comido y que un viaje con
tanta complejidad nos iba a causar muchos problemas. Esto último aumentaban
poco a poco mi incertidumbre y miedo, el cual no me dejó dormir la noche antes
de partir.
La mañana siguiente, tras pocas horas dormidas, en Sevilla partimos todos
los marinero, que tan solo después de unos meses ya se habían forjado amistades
que en un futuro podrían llegar a ser dañinas ya que cualquier pérdida sería
lamentada profundamente.
Todo era impresionante, portugueses y españoles unidos como hermanos,
sonreían y saludaban con sus manos las cuales de derecha a izquierda daban
esperanza y suerte. Tras unos minutos escuche una voz que gritaba
profundamente mi nombre:
-Juan, suerte, te quiero…
Tras unos segundos, necesarios para intentar averiguar desde dónde y quién
era la persona que me llamaba, sonreí después de haber descubierto que
Esperanza me llamaba. Como no, aprovechando cada segundo para desearme suerte,
ella siempre estaba allí, mi mujer, mi amada, la única persona en la que iba a
pensar los próximos meses…
Esperando a que esa ligera línea nos dijera adiós mutuamente, yo seguía
mirándola, y cada vez más lejos, y con menos nitidez, la veía a ella.
Unos días después, la paciencia escaseaba cada vez más en la nao, y la
desesperación ya reinaba en algunos individuos. Otros seguían cantando
canciones populares para levantar el ánimo de los tripulantes desesperados.Solo
se veían cuatro naos y la mar, la cual desde pequeño conocía, desde que la ví
ame con locura.
Poco a poco pasaban los las horas, los días, las semanas, los meses. Solo
los más expertos seguían resistiendo a nuestro mayor enemigo, el tiempo, el
cual nos seguía desgastando y fatigando poco a poco. Todos estábamos indefensos
y muy cansados, pero de repente, a lo lejos, se veía algo distinto, algo que
simplemente del sonido que causaba daba miedo, pero aun así seguimos al frente
pensando que no sería nada. Minutos más tarde, las nubes cambian de color, y
una ligera brisa repartió entre nosotros el miedo… Seguidamente alguien alzó la
voz,
-Remolino!
Rápidamente, todo el mundo empezó a actuar, algunos tenían tanto miedo que
simplemente rezaban, pero la mayoría hacía lo que podía para intentar evitar la
hecatombe que nos esperaba. Cada vez estamos más metidos en el remolino, y una
vez que la mar nos había ganado la batalla todo el mundo sabía que no había
vuelta atrás. Yo lo empecé a ver todo en cámara lenta. Algunos intentaban
remediar lo irremediable, otros visualizaban como se sumergían poco a poco las
demás naos, de las cuales restaba poco. Los más avariciosos intentaban salvar
las pocas riquezas que habían estado acumulando tras estos últimos meses. Pero
yo no actuaba estaba inmóvil y cada músculo de mi cuerpo desaparecía sin dolor,
al mismo tiempo no pensaba, no hablaba, no escuchaba, simplemente en un estado
de relajación profunda observaba a mi alrededor, y a lo lejos avisté a mi
compañero el cual me miraba diciéndome adiós sin mover ningun musculo de su
cuerpo. Intentaba cerrar los pero no podía, ya que mi cerebro estaba demasiado
ocupado en intentar recordar aquello momentos felices que había pasado pon
Esperanza…
Pocos segundos más tarde, me levanté de la cama inhalando la mayor cantidad
de aire que mis pulmones podían abarcar. Seguidamente vi a Esperanza la cual me
miraba con preocupación, y sin que ella entendiese nada la bese…
Tras haber retomado la conciencia y los cinco sentidos, me levanté de la
cama, la cual estaba bastante mojada debido a los sudores que me habían
producido esa pesadilla.
Estuve cavilando toda la noche
dándole vueltas a la pequeña habitación. Faltaban apenas unas horas para partir
y yo seguía teniendo la misma incertidumbre desde que me levanté de la cama.
Pero aun asi me dirigí hacia el puerto y partí, aun sabiendo que la
pesadilla se pudiese hacer real.
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