lunes, 25 de febrero de 2019

Los trajes de hierro

HISTORIA NARRATIVA
(historia traducida del tehuelche)
Era un día oscuro y con niebla que no se conseguía ver nada más que cinco kilómetros.Salgo de mi casa y me despido de mis dos hijas. Cojo la lanza para pescar y me despido de ellas con una mano en la distancia, con una mano. Me junto a un grupo de hombres.Somos un grupo de cinco hombres que vamos siempre a pescar por las mañanas.

Vamos andando lentamente disfrutando de la fría y leve brisa.Llegamos al cabo y se ve de una manera borrosa la casa del viejo Itatí. Él tiene una vieja cabaña junto a las rocas de la playa. Entramos como todas las mañanas y empezamos a beber la infusión que siempre prepara un tiempo antes que lleguemos.Nos sentamos en el suelo de la cabaña y empezamos a hablar cómo estaba el día y como nos iba a perjudicar en este día de pesca.

Salimos fuera y nos sentamos en las rocas esperando que algo sucediese en la caña de pesca.Nos quedamos horas esperando y dije al chico más joven que fuese a buscar otros lugares mejores para pescar. Después de algún tiempo, el chico llega corriendo gritando “Han llegado unos pequeños hombres con trajes de hierro y con armas más grandes y las poderosas que las nuestras.Creo que son Dioses como los que dijo la vieja Camusu el otro día.¡Están aquí para juzgarnos!” Sorprendidos por sus palabras, voy hacía él y coloco mis manos encima de sus hombros y le digo “Entonces, si son Dioses, no los vamos a querer enfadar ¿a que no? Recuerda que Camusu dijo que los dioses tienen siempre un destino para nosotros y ellos son los que lo deciden. No te preocupes, somos un buen pueblo y ellos lo verán y si no lo ven, no son dioses justos.”Poniendo una sonrisa de oreja a oreja, se gira y mira al del fin del mundo y dice “¿Y qué pasará si no deciden ser justos?” y gira su cabeza. Mirándole fijamente le digo “Espero que lo sean”.

Empezamos a ir adonde el chico dijo que vio a los dioses. Empecé a sentir dentro de mi un sentimiento de tristeza y preocupación pensando que las cosas que hacíamos todos los días, no las podríamos volver a hacer. Quería creer que los dioses iban a ser justos, pero en el fondo, sabía que no pasaría.Llegamos a una zona menos rocosa y siento en mi cara gotas de agua salada.Bajamos con cuidado y llegamos a la parte que tiene arena. Veo un hombre pequeño en una armadura de hierro, fuerte y blanco. Nos mira con una cara extraña y coloca un palo de madera con una tela  con rayas amarillas y rojas.Empieza a hablarnos en una lengua extraña. Empiezan a aparecer más hombres por detrás mirándonos como si hubieran visto un fantasma.De repente, varios de los hombres nos apuntan con unos instrumentos afilados hechos de hierro. Hay hombre que aparece desde atrás, que parece ser su jefe, parece que les está diciendo que se calmen.Nos dice “Llevadnos a vuestro jefe” Por lo visto conoce nuestra lengua y la habla con fluidez. “¿Cuál es tu nombre?”Le pregunto.“Fernando de Magallanes” responde mirándome con una cara amigable. Le sonrío y le digo que me siga.

FIN


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