martes, 26 de febrero de 2019

La isla de los ladrones

Nos encontrábamos en 1521, precisamente en el 6 de marzo, y sin que lo supiéramos ya llevábamos más de la mitad de nuestro viaje. Había transcurrido, tres años desde que partimos de Sevilla en la Nao Victoria, el 10 de agosto de 1519, para dar por primera vez la vuelta al mundo.
Al inicio éramos  265 tripulantes al mando de Fernando Magallanes, entre los pocos que
sobrevivieron, estaban incluidos Elcano, Juan de Santander, Diego Gallego y yo, Vasco Gómez Gallego, los mismos que logramos llegar a las Islas Marianas.
Las islas marianas fueron  las primeras islas habitadas que encontramos, tras cuatro meses en unas condiciones extremas, y que la única cosa que nos pasaba por la mente era poder volver a casa.


Específicamente fuímos a la isla Guam, una isla extremadamente grande, rodeada por la magnífica naturaleza; eran unos colores verdes, vivos,  el océano pacífico en la superficie  con un color verde azulado y por debajo un color celeste. Ahí fué donde aprovechamos para descansar y coger víveres, más tarde iríamos a saludar a los indígenas, pero lo que no sabíamos es que ellos nos estaban observando desde que pusimos pie en esta isla.
Había pasado un día desde que llegamos a esta isla, y aún no habíamos dado caras con los nativos, pero sentíamos que nos observaban desde muy lejos y parecía que tomaban notas.
Por fin el que parecía ser su jefe se aproximó a nosotros y nos dio la bienvenida a través de gestos faciales y ruidos, le tratábamos por Nahuel, nunca entendimos muy bien su nombre. Querían que les siguiéramos a su campamento, muchos de ellos eran niños. Cuando llegamos a su aldea nos dimos cuenta de era rica en comida, las casas eran resistentes, la mayoría hechas de piedra , tenían sus propios huertos. Había escasez de armas para defensa contra los animales salvajes, o cualquier otro peligro que pudiese ocurrir. Decidimos ayudarnos mútuamente, nosotros en enseñarles a hacer armas, como lanzas, flechas, y ellos  nos enseñaron cómo elegir y usar unos tipos de hierbas, para curar enfermedades. Sentíamos que había un intercambio de conocimientos por igual. Hasta mi gran amigo Diego se estaba enamorando de una bella  mujer de la tribu, llamada Nahir, y parecía que el amor, era correspondido. Pasaron bastantes días juntos, y parecían que eran perfectos uno para el otro, estaba feliz por él.
Fueron pasando días ayudándonos, y por las noches había siempre bailes y diversión pero mientras pasaban los días y las noches sentía que nos observaban aún, comenté mis dudas a mis compañeros para saber  si también tenían  esa sensación, pero todos decían que eso el cansancio, por haber pasado por muchas aventuras en este viaje. Y no hizo falta que pasase mucho tiempo para darnos cuenta que tenia razón, mis dudas se confirmaron.
El día que nos  alejamos  un poco de la tribu y explorar un poco más la isla, en donde estábamos, antes de partir y seguir con nuestro viaje, empezamos a oír unos tambores, vimos a una multitud de gente corriendo a nuestra dirección, pasó una cuestión de segundos de que nos saltaron encima. Nos robaron, nos golpearon, hubo heridos y muchos de ellos fueron secuestrados. Corrimos de vuelta a la tribu, pidiéndoles explicaciones porque no nos avisaron antes de que había otro grupo en esta misma isla, pero se habían ido, descubrimos que todo formaba parte de una farsa, nos estaban mintiendo desde el inicio.
Volvimos a nuestras barcas para coger nuestras armas de reserva  que dejamos ahí en un principio, creíamos que no necesitamos usarlas , porque la verdad es que estábamos convencidos de que habíamos creado lazos con esa gente.
Cuando por fin habíamos encontrado de nuevo a la tribu, estábamos escondidos detrás de algunos arbustos, mis ojos no podían creer lo que estaban viendo.
Nuestros pobres compañeros eran rehenes de caníbales, incluyendo Nahir.
Elcano parecía ser el más fuerte, nos transmitió seguridad y que podíamos conseguir rescatarlos aún con vida. Y eso es lo que hicimos, les atacamos, la batalla duró más de lo que creíamos pero ganamos y murieron todos los aborígenes. Y cuando por fin nos íbamos uno de los nativos aún estaba vivo, que irónicamente me lanzó una lanza que le había enseñado a hacerlo, estoy vivo gracias a Juan de Santander que se tiró encima de mi y escapé a esa lanza. Hoy gracias a él puedo seguir relatando mi viaje.
Salimos de esa isla, junto con Nahir, al parecer hija del jefe que estaba en total desacuerdo de lo que ellos habían hecho, o por lo menos era lo que ella decía estar. Podría estar mintiendo perfectamente para salvarse, pero como yo, Elcano y Magallanes creen en el amor y era la única certeza, saber que no estaba mintiendo, era real lo que ella sentía por nuestro compadre Diego Gallego.
Así que nos fuimos de las Islas Marianas para no volver, y bautizamos a la Isla Guam como la Isla de los ladrones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario