Nos encontrábamos en 1521, precisamente en el 6 de marzo, y
sin que lo supiéramos ya llevábamos más de la mitad de nuestro viaje. Había
transcurrido, tres años desde que partimos de Sevilla en la Nao Victoria, el 10
de agosto de 1519, para dar por primera vez la vuelta al mundo.
Al inicio éramos 265
tripulantes al mando de Fernando Magallanes, entre los pocos que
sobrevivieron, estaban incluidos Elcano, Juan de Santander,
Diego Gallego y yo, Vasco Gómez Gallego, los mismos que logramos llegar a las
Islas Marianas.
Las islas marianas fueron
las primeras islas habitadas que encontramos, tras cuatro meses en unas
condiciones extremas, y que la única cosa que nos pasaba por la mente era poder
volver a casa.
Específicamente fuímos a la isla Guam, una isla extremadamente grande, rodeada por la magnífica naturaleza; eran unos colores verdes, vivos, el océano pacífico en la superficie con un color verde azulado y por debajo un color celeste. Ahí fué donde aprovechamos para descansar y coger víveres, más tarde iríamos a saludar a los indígenas, pero lo que no sabíamos es que ellos nos estaban observando desde que pusimos pie en esta isla.
Había pasado un día desde que llegamos a esta isla, y aún no
habíamos dado caras con los nativos, pero sentíamos que nos observaban desde
muy lejos y parecía que tomaban notas.
Por fin el que parecía ser su jefe se aproximó a nosotros y
nos dio la bienvenida a través de gestos faciales y ruidos, le tratábamos por
Nahuel, nunca entendimos muy bien su nombre. Querían que les siguiéramos a su
campamento, muchos de ellos eran niños. Cuando llegamos a su aldea nos dimos
cuenta de era rica en comida, las casas eran resistentes, la mayoría hechas de
piedra , tenían sus propios huertos. Había escasez de armas para defensa contra
los animales salvajes, o cualquier otro peligro que pudiese ocurrir. Decidimos
ayudarnos mútuamente, nosotros en enseñarles a hacer armas, como lanzas,
flechas, y ellos nos enseñaron cómo
elegir y usar unos tipos de hierbas, para curar enfermedades. Sentíamos que
había un intercambio de conocimientos por igual. Hasta mi gran amigo Diego se
estaba enamorando de una bella mujer de
la tribu, llamada Nahir, y parecía que el amor, era correspondido. Pasaron
bastantes días juntos, y parecían que eran perfectos uno para el otro, estaba
feliz por él.
Fueron pasando días ayudándonos, y por las noches había
siempre bailes y diversión pero mientras pasaban los días y las noches sentía
que nos observaban aún, comenté mis dudas a mis compañeros para saber si también tenían esa sensación, pero todos decían que eso el
cansancio, por haber pasado por muchas aventuras en este viaje. Y no hizo falta
que pasase mucho tiempo para darnos cuenta que tenia razón, mis dudas se
confirmaron.
El día que nos
alejamos un poco de la tribu y
explorar un poco más la isla, en donde estábamos, antes de partir y seguir con
nuestro viaje, empezamos a oír unos tambores, vimos a una multitud de gente
corriendo a nuestra dirección, pasó una cuestión de segundos de que nos
saltaron encima. Nos robaron, nos golpearon, hubo heridos y muchos de ellos
fueron secuestrados. Corrimos de vuelta a la tribu, pidiéndoles explicaciones
porque no nos avisaron antes de que había otro grupo en esta misma isla, pero
se habían ido, descubrimos que todo formaba parte de una farsa, nos estaban
mintiendo desde el inicio.
Volvimos a nuestras barcas para coger nuestras armas de
reserva que dejamos ahí en un principio,
creíamos que no necesitamos usarlas , porque la verdad es que estábamos
convencidos de que habíamos creado lazos con esa gente.
Cuando por fin habíamos encontrado de nuevo a la tribu,
estábamos escondidos detrás de algunos arbustos, mis ojos no podían creer lo
que estaban viendo.
Nuestros pobres compañeros eran rehenes de caníbales,
incluyendo Nahir.
Elcano parecía ser el más fuerte, nos transmitió seguridad y
que podíamos conseguir rescatarlos aún con vida. Y eso es lo que hicimos, les
atacamos, la batalla duró más de lo que creíamos pero ganamos y murieron todos
los aborígenes. Y cuando por fin nos íbamos uno de los nativos aún estaba vivo,
que irónicamente me lanzó una lanza que le había enseñado a hacerlo, estoy vivo
gracias a Juan de Santander que se tiró encima de mi y escapé a esa lanza. Hoy
gracias a él puedo seguir relatando mi viaje.
Salimos de esa isla, junto con Nahir, al parecer hija del
jefe que estaba en total desacuerdo de lo que ellos habían hecho, o por lo
menos era lo que ella decía estar. Podría estar mintiendo perfectamente para
salvarse, pero como yo, Elcano y Magallanes creen en el amor y era la única
certeza, saber que no estaba mintiendo, era real lo que ella sentía por nuestro
compadre Diego Gallego.
Así que nos fuimos de las Islas Marianas para no volver, y
bautizamos a la Isla Guam como la Isla de los ladrones.
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