martes, 26 de febrero de 2019

Calvos en el mar

Luego de numerosos meses de viaje, por fin los marineros llegaron a Inglaterra, país que ha visto nacer a exitosos personajes, y el gobierno español finalmente llevó a cabo un acuerdo, que se había estado negociando hace algún tiempo, con los monarcas ingleses. El rey Enrique VIII de Inglaterra les daría recursos tales como comida y licor a los navegantes y a cambio,
barcos ingleses tendrían la posibilidad de comerciar con las colonias hispanas en América.

Como era de esperar, cuando el barco zarpó de nuevo y continuó su camino, los navegantes procedieron a ingerir todas aquellas bebidas alcohólicas que se les habían otorgado anteriormente. Cayó la noche, se encontraban en el medio de la nada, pero todos se encontraban inmensamente felices por los efectos del alcohol. Todos se durmieron, menos uno, y ese era Hernando de Bustamante, el único barbero del barco, quien se mantuvo alerta durante la noche.


Era de madrugada, el mar se encontraba tranquilo. Todos dormían plácidamente, cuando Hernando comenzó a ver como lentamente les crecía el cabello a sus compañeros. “¡No puede ser!”, pensó. Sacudió la cabeza, cerró y volvió a abrir sus ojos. “Debe de ser el ron que me está afectando”. “¡Pero si yo casi no he tomado!”, se respondió a sí mismo. “Entonces debe ser la falta de descanso” y decidió dormir.


A la mañana siguiente, poco a poco despertaron los marineros con dolores de cabeza debido a la resaca, pero cuando intentaron moverse no podían. El barco estaba en su totalidad lleno de cabello, no había un solo espacio en el que caminar. 


Hernando despertó, y confirmó que la catástrofe que había visto la noche anterior no había sido apenas un producto de su embriagada mente. “Debo hacer algo”, se dijo a sí mismo entre susurros. Buscó entre sus bolsillos sus productos capilares. Encontró unas tijeras y se puso manos a la obra, unos cortes por aquí, otros cortes por allá y el pelo lo lanzó al mar. Por fin decidió sentarse y tomarse un descanso.

Al cabo de unos minutos decidió volver al trabajo, pero al coger de nuevo las tijeras y echar una mirada hacia el pelo de su amigo Miguel Rodas (al cual le había cortado el pelo anteriormente) observó que el pelo estaba el doble de largo, con lo cual se preguntó a sí mismo: “¿Será que al cortarle el pelo a alguien afectado crecerá el doble de lo cortado?” 


Entonces Hernando pensó que no tenía más remedio sino el de experimentar cortando un trecho de pelo y observar a la velocidad a la que se multiplicaba para ver si se comprobaba su tesis. Cogió las tijeras y cortó un pequeño fragmento capilar de uno de los cabellos más sagrados del barco, el cabello de Elcano (el capitán de la Nao Isabel). Al cabo de poco rato verificó que tenía razón y que tenía que encontrar otra solución al problema.


Tras pensar durante casi dos horas, Hernando cansado de intentar encontrar una solución y de escuchar a sus compañeros quejarse, decidió que tenía que acabar con el problema de raíz, y al hacer rebotar estas palabras en el interior de su masa encefálica, encontró la solución al problema. Tenía que arrancar el pelo de sus compañeros por la raíz, dejándolos calvos y dando lugar a un cabello saludable y joven.


Hernando partió en una larga expedición a la cocina de la Nao, ya que fue muy difícil encontrar lo que pretendía en aquel lugar dominado por las inmensamente largas cabelleras de los tripulantes, pero consiguió encontrar miel y toallas de un papel grueso que parecía cartulina. Se acercó a la cabeza de la persona más afectada, Miguel Rodas y puso su plan en práctica. Vertió parte de la miel en la cabeza de Miguel y utilizó las toallas de papel como si fuera un kit depilatorio actual, resultando en la depilación del cabello de los marineros. Hernando aplicó el método en uno tras otro, hasta dejar a cada uno de sus compañeros calvos. Las células capilares muertas las tiró al mar como hizo anteriormente al ejercer su primer plan.


Todo parecía estar resuelto, pero de repente, logran ver cabello proveniente de la habitación secreta de la Nao. Se acercan a investigar, y encerrado en la habitación se encuentra Elcano, quien adora su pelo y no quiere ser calvo. Le insisten para que salga de allí y deje a Hernando hacer su magia, porque su cabello crecía más y más a cada minuto que pasaba pero Elcano, renuente, se negaba a salir de aquel escondrijo.


Cuando los tripulantes lograron abrir a la fuerza aquella habitación, encontraron al pobre Elcano muerto... Se había ahogado con su propio cabello, que era tanto, que llenaba la pequeña habitación. Y lo que era más triste, el capitán había muerto estando muy cerca de culminar la expedición y dar por hecha la primera vuelta al mundo.


Todos los compañeros le agradecieron a Hernando por su acto de valentía y rápida capacidad para responder con una solución al problema nombrándolo el nuevo capitán de la expedición. Pocos días después llegaron de nuevo a España y celebraron, comieron muchos manjares, pero esta vez tuvieron cuidado con el ron. 

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