lunes, 20 de mayo de 2019

La Aventura de Magallanes


El día 27 de abril de 1521 la primera circunnavegación de la historia sufrió un cambio drástico , tanto cómo para mí como para los que de ella formaban parte. Todo empezó la madrugada de ese dia cuando Magallanes decidió atacar al líder de la isla de Mactán, Lapulapu. El capitán estaba tan seguro de su inminente victoria que
reunió a relativamente pocos hombres y les pidió a los otros capitanes que no intervinieran en la batalla. Debido a que la costa era rocosa y poco profunda no les fue posible usar las naos y sus respectivos cañones para luchar, por lo cual tuvieron que desplazarse en bote durante algunos kilómetros y llegaron agotados al campo de batalla. Los ejércitos de Lapulapu contaban con cerca de 1500 indígenas frente a los 50 europeos armados con pistolas. Debido a la gran inferioridad numérica los europeos perdieron la batalla, y Magallanes fue asesinado sacrificándose para que sus soldados pudieran huir. Debido a su mala táctica bélica y a su gesto heroico yo, Juan Sebastián Elcano, quedé al mando de la nao Victoria y esta es la historia de cómo circunnavegamos por primera vez el planeta.

Poco después de estos sucesos Duarte Barbosa, el sucesor de Magallanes fue asesinado a traición en un banquete, invitado por un rey enemigo de Lapulapu. Por lo cual solo quedábamos 120 hombres y tres naos, la Concepción tuvo que ser quemada por falta de tripulación para navegar. Siendo así yo fui elegido capitán de la nao Victoria y nos propusimos seguir viaje.

Por fin en noviembre de 1521 logramos llegar a las islas Molucas, un paraíso de aguas cristalinas y bosques verdes hasta dónde alcanza la vista .Pero su más bello tesoro permanece escondido, las muy preciadas especias que se buscaban incesantemente desde tierras europeas.

Unos días después la Trinidad hizo agua y, pese a nuestros grandes esfuerzos por repararla, no hubo manera de que prosiguiera viaje. Por eso se decidió que volviera por el camino más seguro, el que habíamos trazado. Así, bajo el trueno de los cañones de  despedida, la nao Victoria se aventuró hacia Oeste.

Nuestro avance por el Pacífico fue lento y tedioso. Además contábamos con pocos hombres y la más simple de las labores resultaba difícil. Los abundantes víveres que habíamos recogido previamente no parecían ser suficientes, según mis cálculos. Durante tres largos meses en el más grande de los océanos, me dediqué a planear y estudiar el peligroso recorrido que nos esperaba después de atracar en el Cabo de Buena Esperanza. El más inminente peligro lo constituían los barcos y puertos portugueses que deberíamos evitar a toda costa arriesgándonos a que estos boicotearan la expedición. Finalmente, en abril de 1522, cuando más escaseaban los víveres y la embarcación estaba en peor estado, debido a las incesantes tormentas del Pacífico, avistamos tierra. Las tierras estériles y de matorrales del Cabo de Buena Esperanza nos proporcionaron una satisfacción que dudo sea digna de la escasa belleza del lugar, pero era la nítida señal de que podríamos seguir viaje.

Después de recuperar fuerzas y abastecer la nao de lo necesario seguimos viaje, era este el tramo final de la jornada. En julio de ese mismo año decidí parar en Cabo Verde debido a las malas condiciones que la tripulación sufría, todas las semanas nuestra ya pequeña tripulación se reducía debido al hambre y el escorbuto. Esto nos llevó a tomar medidas drásticas: atracar en Cabo Verde. Inicialmente tuvimos que fingir no ser la expedición de Magallanes pero rápidamente los portugueses sospecharon por las especias que cargábamos, esto llevó a que algunos miembros de la expedición quedaran retenidos allí, pero en una alocada persecución logramos huir. La tormenta estaba ya por acabar, cada vez estábamos más cerca de alcanzar nuestro objetivo.

El día 6 de Septiembre de 1522 logramos llegar a Sanlúcar de Barrameda. Pudo recordar nítidamente que ese fue el día más feliz de mi vida. Allí, donde las verdes aguas del Guadalquivir se mezclaban suavemente con el azul intenso del Atlántico y el sol abrasador y alegre lo baña todo, mis 17 compañeros y yo a pesar de estar famélicos y más cerca de la muerte que de la vida nos sentimos felices y afortunados. Así finalmente pude limpiar mi nombre de algunos problemas del pasado y fuimos capaces, con mucho esfuerzo y pérdidas, de completar la misión.

Mientras nos acercabamos a la costa pequeños botes se arrimaban a la nao para darnos la bienvenida. Las gentes del pueblo salían a la playa y saludaban. Yo me acerqué a la proa, sentí la leve brisa de las tardes de verano y vi como el sol se ponía, entonces pensé: ...lo logramos.
Francisca Costa Gonzalo Andrada


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